Ya hemos hablado en blogs anteriores sobre la importancia de una alimentación saludable, sin recurrir a dietas extremas, y sobre el manejo de las emociones, dos pilares esenciales para tener una vida saludable, pero ¿Qué lugar ocupa en todo esto la actividad física?
Si nos remitimos a los dos grandes responsables del incremento del sobrepeso y la obesidad en el mundo, podríamos identificar a la mala alimentación y al sedentarismo, por lo que la actividad física cotidiana tiene un rol fundamental para poder contrarrestar estas patologías en constante crecimiento.
Si hablamos sobre energía y el gasto diario de una persona (cuántas kilocalorías necesita al día) podríamos decir que lo forman tres componentes. El primero es el gasto metabólico en reposo, es aquel que sirve para mantener las funciones vitales del cuerpo y representa un 70% del gasto diario total. Es decir son las mínimas kilocalorías que necesita una persona para conservar todas sus funciones vitales. Una dieta muy por debajo del metabolismo basal puede repercutir enormemente en la salud de un individuo y lleva al ya mencionado efecto rebote.
El segundo componente, es el gasto por metabolizar y absorber los alimentos (si, los alimentos gastan energía en el proceso de digestión), que suele representar un 10% del gasto diario, aunque hay ciertos macronutrientes que gastan más como las proteínas y otros que gastan menos como las grasas.
Como verán, estos dos componentes que hemos mencionado son poco modificables, no podemos incidir mucho ni en el metabolismo de una persona ni en la termogénesis inducida por los alimentos. Es por eso, la importancia del tercer y último componente, el gasto asociado a la actividad física, que es en el que más podemos incidir y modificar, cuando más nos movemos (de una manera saludable lógicamente), más gastaremos.
Este último está formado además, por otros dos componentes, que son el gasto por la actividad física estructurada (ir al gimnasio, hacer algún deporte) y la actividad física cotidiana, postural y gestual (NEAT), lo espontáneo, lo gestual, los movimientos que hacemos de manera natural, que suele representar un 20%.
La actividad física tiene múltiples beneficios, tanto a nivel metabólico (mejora la hipertensión arterial, glucemias, colesterol, etc), a nivel de la salud ósea, a nivel anímico disminuyendo la depresión y ansiedad, y sobre todo a nivel de la composición corporal (disminuyendo la grasa corporal, aumentando la masa muscular). Esto siempre es acompañado de una buena alimentación.
Ahora bien, ¿Qué tipo de actividad física es la ideal? La recomendación que le suelo dar a mis pacientes es que sea una mezcla de actividad aeróbica (40%-50%) y de estímulo muscular (50%-60%), ya que preservar o aumentar la masa muscular (un tejido muy activo que gasta mucha energía) es sumamente importante, más aún en descenso de peso.
Ahora bien, las recomendaciones actuales sugieren sumar al menos ciento cincuenta (150´) minutos por semana de actividad aeróbica, con intensidad moderada y dos (2) días a la semana (de actividad física de resistencia). Obviamente se debe analizar cada caso en particular y si existe alguna contraaindicación para la actividad física.
Pero más allá de esto, en lo que más hago hincapié, es que la mejor actividad física es aquella que genere placer, disfrute y que se pueda sostener a largo plazo como parte de la vida.
Como resumen, la actividad física y el movimiento cotidiano resulta de vital importancia para una salud tanto física como emocional. Recomiendo buscar lo que dé placer como actividad física programada (spinning, zumba, pilates, gimnasio, tenis, danza, kickboxing, etc) y moverse más en la vida cotidiana, ir al súper caminando, usar las escaleras, realizar actividades en casa, tangibilizando el movimiento con un cuentapasos para tener una vida más sana y feliz.
¿Queres saber más sobre este tema? Escribime.
Gracias por leerme, nos vemos en el próximo blog.
Lic Lucila Calabrese
M.N 9564 M.P 4597